junio 30, 2021
“¿Cómo estás?”
Sostener una amistad, así las cosas, parece ser una decisión política y humanamente relevante.
Lo que nos está pasando, me parece, es que elegimos uno o dos como en el pan y queso, y ahí nos plantamos, como si fueran nuestro último bastión, como si no estuviéramos dispuestos a transar ese vínculo salvador. Todos necesitamos ese amigo, o esa pareja de amigos, que sean nuestro permitido y nos ayuden a gestionar el agotamiento que sentimos.

El cielo se nos escampó durante algunas semanas y eso bastó para que una sensación de calma se instale otra vez en alguna parcela de nuestros pensamientos. No lo podemos evitar y tampoco habría porqué hacerlo. Somos humanos y conectamos con el tránsito de la vida tanto como podemos. Sin la creencia de que esta lluvia, más temprano que tarde, también amainará, se hace difícil imaginar la huella delante de nosotros. Se nos desdibuja y se nos puede extraviar como gato por los techos.

Pensaba en nuestras amistades. ¿Estarán cambiando más de lo que creemos? Es raro y por momentos desconcertante, esta cosa sui generis de necesitar más de lo habitual estar con gente querida, tener una charla distendida con nuestros amigos, y a la vez evitar esos encuentros y seguir cultivando el cuidado, en términos personales, pero también en términos de comunidad. A esta altura del partido ya ni falta hace que nos explayemos sobre cómo circula el virus, los riesgos que corremos juntándonos y cosas por el estilo. Todos lo sabemos y detenernos ahí no hace más que generar malestar. Es así y punto.

Por estas horas estamos teniendo noticias de que la tendencia a la baja de los contagios en las grandes ciudades se detuvo, y de que otra vez, desde hace algunos días, se están volviendo a incrementar. Desde luego, son noticias desmoralizantes. Pero lo cierto es que el invierno acaba de empezar y sabíamos que esto iba a ocurrir. No hay que bajar los brazos. De acá a un par de meses, si la cosa sigue así, la gran mayoría habremos recibido al menos una dosis de la vacuna, y ahí está la parte positiva de todo esto, la que hace que no se nuble del todo la vista.

Pero les decía que venía pensando en nuestras amistades, en cómo precisamos el afecto de los amigos y en cómo nos está costando. Lo que nos está pasando, me parece, es que elegimos uno o dos como en el pan y queso, y ahí nos plantamos, como si fueran nuestro último bastión, como si no estuviéramos dispuestos a transar ese vínculo salvador. Lo correcto sería no juntarnos con nadie, okey, pero la realidad efectiva -y afectiva- nos dice que ya está bien, y que todos necesitamos un refugio. Todos necesitamos ese amigo, o esa pareja de amigos, que sean nuestro permitido y nos ayuden a gestionar el agotamiento que sentimos. Desde estas líneas jamás llamaríamos a desobedecer recomendaciones, y menos restricciones. Pero, por otra parte, nunca vamos a pretender que escribimos desde ningún pedestal, porque somos tan ciudadanos y tan permeables como ustedes que nos leen. Lo que queda, como siempre, con o sin pandemia, es tratar de entendernos, de congeniar, de armar comunidad y aprender a estar entre otros, en vez de subirnos a una calesita de peleas estériles.

El otro día hablaba con mi tía y ella me contaba del cariño que se tiene con su grupo de amigas del colegio. Se conocen hace muchísimos años y ninguna ignora que en relación a ciertas cosas piensan diametralmente distinto. Sin embargo, el grupo de amigas no solo no se desarma, sino que en este tiempo cruel se ha afianzado. Se acompañan en los dolores, se acompañan en las soledades, se acompañan en las pérdidas. Y entonces me asalta una duda: ¿será que es taaan difícil, o será que no estamos dispuestos siquiera a intentarlo?

No tendría que serlo. Lo verdaderamente difícil se incrustó como nunca delante nuestro: la penuria de una enfermedad que nos comprime; el borde de un encierro que se vuelve exasperante; la guita que alcanza menos que antes por culpa de esta pandemia de mierda; la soledad que está al acecho. Lo menos que quiero es irles con el cuento de que las crisis traen una oportunidad y la mar en coche. No me interesa, en absoluto. Lo único que les preguntaría, de onda, es si realmente no se agotan de la estupidez de la grieta. Estuvo de moda, es cierto, y a todos nos arrastró un poco. Pero, a esta altura, con el agua amarronada hasta el cogote, me atrevería a soltar un consejo: dejémonos de romper las bolas.

Pensemos en la cantidad de amistades que se nos están cayendo por la borda, porque sí, por un virus que nos hizo meternos para adentro como tortugas y que no nos dejó más remedio que ir olvidándonos de un montón de gente. A ver, uno tiene un puñadito de amigos, ¿sí o no? Y después lo que hay es una bandada enorme de gente que queremos mucho. Con ellos nos juntábamos a tomar algo de tanto en tanto y nos poníamos al día. Bueno, lo que intento decir es que esa bandada se nos está volando, que uno a uno los hemos ido perdiendo como gatos por los techos del barrio. Piensen en ellos, revisen la agendita del WhatsApp. Van a ver que nos estamos quedando pelados como árboles del otoño, y que entonces lo que nos queda es aferrarnos con firmeza a ese par de amigos que decidimos que no vamos a soltar, por mucho que arrecie la tercera ola o la decimoquinta. Sostener una amistad, así las cosas, parece ser una decisión política y humanamente relevante.

Pienso en el grupo de mi tía, en estas minas tan distintas y que sin embargo se las ingeniaron para construir un vínculo duradero, desde el afecto y la confianza. Celebro eso. Porque es difícil, pero vale la pena intentarlo. Lo otro es fácil, y lo fácil está un poco sobrevalorado. A veces puede ser muy berreta también. Vuelvo a lo mismo: estoy seguro de que todos estamos dejando de frecuentar un montón de gente, casi sin darnos cuenta; estoy seguro de que no sabemos cómo están, tipos y minas que antes veíamos a menudo. Pensémoslo un toque y tratemos de que la pandemia no se lleve puesta nuestra sensibilidad. En un par de semanas viene el día del amigo. Cualquier día de algo, suele parecerme una pavada, pero esta vez quizás valga la pena despabilarnos y mandar algunos audios de más, al menos para eso, para preguntarles cómo están.

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Un comentario

  1. Muy oportuna reflexión Facu querido!!! Ya estoy mandando saludos por wasap y un meme de Julio Iglesias que me hizo cahar de risa!!!

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