abril 2, 2023
El fracaso de Malvinas
El rodaje final de un gobierno militar sin ideas y con el caballo cansado, que en la última curva solo atinó a emplear las tácticas populistas y demagogas que denostaba, para invocar al pueblo que persiguió, con todos sus demonios a cuestas.
Lo importante, en estos días, es homenajear a los 649 que murieron en Malvinas y a todos los pibes que cayeron después, por no poder hacer pie.

Se cumple un nuevo aniversario del Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas. Es una herida que sigue siendo difícil de cicatrizar, una historia que nos niega soberanía y una independencia que nunca será completa, mientras flamee la bandera británica en nuestras tierras del sur. 

Es difícil, pero también necesario, hablar de Malvinas más allá de la guerra: de su desarrollo histórico previo a 1982, de las escenas de ocupación, de resistencias y gestas heroicas, como fue el “Operativo Cóndor”. Es engorroso repensar Malvinas desde nuestro presente, con un marco distinto, sin anclar en razones geográficas e históricas. Esto no implica dejar de hablar de la guerra ni soltarles la mano otra vez a nuestros jóvenes soldados -héroes o víctimas, según la narrativa que cada uno elija para su vida- ni a nuestras enfermeras, que también estuvieron poniéndole el cuerpo al combate. Tampoco significa, desde luego, dejar de señalar la responsabilidad de la cúpula castrense canalla, que cometió crímenes de lesa humanidad acá en el continente y allá en las islas

Año 1982, sexto al hilo de una dictadura militar, corporativa, empresarial y eclesiástica, que mostraba signos de desgaste en el ejercicio del poder. La Guerra de Malvinas asomaba como un manotazo de ahogado de la Junta Militar para recuperar niveles de consenso entre la sociedad civil. Con el diario del lunes, fue el más visible de sus fracasos, porque evidenció torpeza y desorden en vez de solvencia y aptitud en la más específica de sus funciones: la militar. Ya no habría marcha atrás. 

Tres días antes de que las tropas argentinas desembarcaran en terreno malvinense, y bajo el lema de “Pan, Paz y Trabajo”, se alcanzó la cima de una serie de manifestaciones que marcaron el final de un consenso social (basado en el miedo de la población) que había funcionado en nuestro país desde las vísperas del golpe del ‘76. 

La percepción nublada de Leopoldo Galtieri explica la decisión de emprender una guerra que la razón desalentaba, intentando instrumentar de manera política a las clases subalternas. El rodaje final de un gobierno militar sin ideas y con el caballo cansado, que en la última curva solo atinó a emplear las tácticas populistas y demagogas que denostaba, para invocar al pueblo que persiguió, con todos sus demonios a cuestas. Solo así podemos comprender las Plazas del ’82: la del 30 de marzo primero y la del 2 de abril, tan parecidas y tan distintas a la vez. 

El uso que de Malvinas pretendió hacer la Junta Militar genocida no anula en absoluto el reclamo justo e histórico de nuestro país por su soberanía: un reclamo que no debe sucumbir frente al falaz argumento de la derrota militar (el derecho de conquista caducó hace mucho tiempo). El respeto a la unidad e integridad territorial, la soberanía e independencia, es la piedra basal del derecho internacional, y en esa dirección debe seguir avanzando Argentina en cada cumbre o asamblea global que se le presente. 

El conflicto ruso-ucraniano volvió a poner de manifiesto la doble vara de los organismos internacionales. Sobran elementos para pensar que las guerras son más importantes cuando ocurren en Europa, que hay refugiados de distinta categoría según el fenotipo de la persona, y que el respeto a la unidad e integridad territorial varía según quiénes sean los países implicados. No es un asunto de buenos y malos: ese es un simplismo que obtura la comprensión de la realidad. Una guerra tiene que ser leída a la luz de los intereses que están en juego y de la geopolítica puesta en contexto. 

Lo importante, en estos días, es homenajear a los 649 soldados argentinos que murieron en Malvinas y a todos los pibes que cayeron después, por no poder hacer pie. Evoquemos, de paso, esta frase que escribieron en un cartelito nuestras Madres y que levantaban frente a las cámaras con dolor mientras circulaban en la Plaza: “Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también”.

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