Comunicar Diversidad

noviembre 21, 2024
Lo comunitario para contrarrestar las soledades
Lo comunitario para contrarrestar las soledades

La cooperativa Casa Iaku nació en 2020 con el objetivo de acompañar a mujeres y diversidades con consumos problemáticos.

La cooperativa Casa Iaku nace en el año 2020, como decisión colectiva de un grupo de trabajadoras profesionales que, tras diez años de compartir experiencias en el territorio, decidieron que era hora de iniciar un proyecto propio. Así crearon esta cooperativa, que hoy es un espacio dedicado al acompañamiento de mujeres y diversidades con consumos problemáticos.

Actualmente está conformada por Marcela Almirón y Daniela Rodriguez, pedagogas sociales; Ailén Santucho, psicóloga; Adriana Moyano y Victoria Francisetti, sociólogas; Lucía Lietti, profesora de artes visuales; Sabrina Marino, trabajadora social; Carla Capuano, profesora de filosofía y Paola Apellaniz y María Ferreira, profesionales dedicadas a los campos de la Psicología y el Trabajo Social, respectivamente.

Queríamos tener una relación con el trabajo que sea diferente, cuenta Adriana recordando los primeros pasos. “No queríamos seguir siendo precarizadas, queríamos participar de las decisiones, queríamos armar algo diferente, y lo fuimos creando como podíamos, de a poco, con muchas dificultades y con muchas alegrías. Armando un equipo que nos abrace”. 

Casa Iaku brinda atención en salud mental centrada en el acompañamiento de mujeres y diversidades, específicamente en las áreas de consumo problemático, desde una perspectiva integral y transfeminista: “Entendemos que para abordar estas situaciones en mujeres y diversidades es necesario abordar ciertas dimensiones de las violencias por razones de género que han tenido esas personas en las trayectorias de sus vidas”, nos explica María. 

De las 500 Casas de Atención y Acompañamiento Comunitario (CAAC) que existen en la CABA, solo dos o tres se dedican particularmente a estas poblaciones.

Un eje central para la entidad fue lograr que las personas que asisten se sientan seguras. Aunque las integrantes habían trabajado anteriormente con varones cis, comenzaron a notar que ahora su presencia complicaba la dinámica, “no era una cuestión punitivista”, aclaran, “sino de cuidado”.

Las mujeres y diversidades que llegaban a Casa Iaku traían consigo historias de violencia que requerían un entorno de confianza, “hicimos foco en la población que habíamos decidido acompañar. Son muy pocos los espacios en los pueden sentirse cómodas y protegidas”, señala Marcela.  

Una ley de salud mental que esté a la altura 

La Ley de Salud Mental es clara, el 10% del presupuesto en salud debería ir destinado para esto. Sin embargo, “en Nación no se cumple, en la Ciudad de Buenos Aires entendemos que sí pero nosotras para trabajar salud mental necesitamos la articulación con diferentes sitios y no sucede”, denuncian.  

Para ellas, la salud mental incluye todo: el acceso a la educación, a un trabajo digno, a un lugar donde cada persona sea reconocida como sujeto de derechos. “El poco reconocimiento que hay a nuestros espacios de salud mental comunitaria es triste. Somos las primeras en atender a las personas del barrio, pero después es muy difícil conseguir atención en los hospitales, porque también están precarizados”, explica María. Esta falta de recursos hace que el trabajo en Casa Iaku sea aún más valioso, ya que es esencial para muchas personas que de otro modo quedarían a la deriva. 

“Hay algo importante para destacar dentro de la población que nosotras acompañamos es que siempre están del lado de las que cuidan y son relegadas. Entonces pensamos ámbitos donde puedan pensarse», señala Marcela.  

Lo colectivo para abordar la salud mental 

“En la modalidad de trabajo que tenemos tratamos de  no encarar nunca una situación solas, ni las primeras escuchas o los acompañamientos. Es insertar una forma de trabajo donde no haya alguien que tiene el saber, sino algo más colectivo”, subraya Adriana. Este enfoque es parte de lo que las distingue, ya que buscan desarmar la lógica tradicional de los saberes verticales, proponiendo una metodología donde el conocimiento y el poder son compartidos entre todas las personas involucradas.

Actualmente, son 9 mujeres quienes integran el proyecto que depende exclusivamente del subsidio del Sedronar, lo que limita su capacidad de crecimiento. Sin embargo, el equipo continúa tejiendo redes con otras organizaciones y abriendo nuevos espacios de intervención. “Somos medio itinerantes, vamos donde hay una necesidad”, nos cuentan. 

La demanda por establecimientos como Casa Iaku sigue creciendo. Muchas de las personas que acompañan viajan desde La Matanza, Moreno, zona sur y primer y segundo cordón del conurbano, lo que refleja la falta de recursos disponibles en otras zonas. “Recibimos derivaciones del Moyano, del Bonaparte, del Ministerio Público Fiscal. No hay lugares”, señala Marcela.  

“Elegimos una salida colectiva a cómo llevar adelante esta cooperativa, porque a nosotras nos sana y nos hace seguir adelante. Todos los días elegimos replicarlo con la población con la que trabajamos, un poco por todo lo que veníamos viendo, un poco de una manera instintiva y porque se fue dando, y vamos tratando de crear redes y generar espacios donde se produzcan encuentros”, asegura María. 

Por una salud intercultural

“Nosotras venimos a proponer una salud intercultural”, afirma con convicción María. Casa Iaku no se conforma con los modelos tradicionales de atención en salud mental. Ellas trabajan desde una perspectiva que integra lo físico, lo emocional y lo social. Saben que los paradigmas antiguos de salud, que aislaban a quienes sufrían, ya no sirven. Por eso, proponen un enfoque que reconozca a las personas como sujetos plenos, capaces de hablar, de decidir, de construir colectivamente su bienestar. 

“Hay una ruptura de la visión binaria que está ayudando a que pensemos la vida de una manera diferente. Tiene también que ver con la parte legal, de documentación, habitacional, la alimentación. Todo eso crea una vida mejor, más sana y cuando lo tratamos/trabajamos grupalmente, van surgiendo todas esas aristas que se van poniendo sobre la mesa y nos ayuda a repensarnos”, explica Adriana.

“Estamos construyendo algo nuevo, porque lo viejo no nos sirve”, concluyen. 

En Casa Iaku, la salud mental es más que la ausencia de enfermedad. Es la posibilidad de compartir, de encontrar en el otro un espejo donde verse reflejado y, quizás, entender que la soledad no es la única opción. 

Nos cuentan que después de dos o tres meses de transitar la casa se comienzan a ver los cambios de estas personas “que vienen con soledades muy fuertes, muy antiguas y estancadas. De pronto se sienta una mujer hetero cis con tres o cuatro niñeces en la misma mesa que una mujer trans, un varón trans con historias de vida totalmente diferentes que no se hubiesen cruzado nunca jamás en su vida y que empiezan a hablar y encuentran historias en común, puntos en común, y pueden abrazarse y encontrarse en la mirada y en la escucha del otrx. Los cambios que ocurren ahí son maravillosos y eso después se replica afuera”.


“Dentro de esta sociedad patriarcal en la que vivimos se van conformando muchas soledades, nosotras trabajamos mucho con población que viene sola y entonces empezar a compartir cosas implica empezar a ver que hay otras opciones. Porque quizás podemos elegir, pero si no sabes entre qué opciones ¿qué estás eligiendo?”, cierra Adriana. 

En tiempos difíciles, PONETE LA CAMISETA DE IAKU 

Con esta campaña las compañeras de Casa Iaku buscan fortalecer el dispositivo y obtener recursos que se requieren para el óptimo acompañamiento de cada proyecto de vida que transita el espacio. Podés colaborar comprando una taza, o una remera con frases personalizadas. 

Si te interesa colaborar, leé más acá 

*Esta nota fue producida en el marco del programa de financiamiento a periodistas Comunicar Diversidad de Wikimedia Argentina, año 2024.

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