Comunicar Diversidad

noviembre 25, 2024
Salir de la crisis con organización
Salir de la crisis con organización

Las Madreselvas son una cooperativa que forma parte del Servicio Público de Recolección Diferenciada en la Ciudad. Sus inicios, sus luchas por derechos laborales y su proyección a futuro, en voces de algunas de sus protagonistas.

La Cooperativa Las Madreselvas se gestó en la crisis del 2001, cuando los “cartoneros” comenzaron a organizarse para pelear por sus derechos laborales, y se oficializó en 2009. Hoy está compuesta por 620 trabajadores y trabajadoras, es una de las 12 cooperativas que integran el sistema de Recolección Diferenciada de la Ciudad de Buenos Aires y es uno de los mayores puntos de recepción, clasificación y procesamiento de materiales reciclables de CABA.

“Nuestra cooperativa es una organización de recuperadores y recuperadoras urbanas que se encarga de hacer la recolección diferenciada puerta a puerta por distintas zonas. Somos fruto de la crisis del 2001 y lo que nos impulsó a organizarnos fue llevar el sustento económico a nuestras casas. En esos momentos surgieron muchas dudas: cómo íbamos a viajar, con quién, pero sobre todo con quién íbamos a dejar los niños y niñas. Con el tiempo pudimos encontrar respuestas a estas dudas”, nos cuenta Mariela Chamorro, integrante del equipo de Promotoras Ambientales de Las Madreselvas.

Son un grupo de 20 mujeres, que están a cargo de dar charlas de concientización y talleres de reutilización de materiales reciclables para los vecinos, en escuelas, plazas y otras instituciones. También hacen visitas guiadas por el predio y relevamientos de puerta a puerta. Esa información la cargan en su propia base de datos para tener un mejor abordaje territorial.

“El objetivo de que sean sólo mujeres en este sector era revalorizar el hecho de que al inicio fueron las mujeres las que salieron a cartonear. Muchas de las chicas salieron con sus mamás a trabajar en la calle. Y qué mejor que ellas para contar esa historia y poner en valor ese proceso”, explica Verónica Velazquez, coordinadora del equipo.

Las promotoras son el primer eslabón de la cadena de reciclado. Después están los recuperadores, que se encargan de recolectar los materiales, los choferes y operarios de camión, operarios de planta, personal administrativo, de limpieza, de cocina y el consejo de administración. Su actual presidenta es Susana Izaguirre.

También cuentan con distintos proyectos sociales y solidarios, como clases de apoyo escolar en Maquinista Salvio -donde viven muchos de los miembros de Las Madreselvas-, con desayuno o merienda para los chicos que asisten, iniciativas educativas de alfabetización y para que los asociados finalicen la primaria o la secundaria, un espacio de primera escucha para personas con consumo problemático y un proyecto productivo para adultos mayores, dedicado a los socios fundadores, para que conserven su trabajo y sigan siendo parte de la cooperativa.

Su historia

La recolección no es una actividad nueva en la Ciudad de Buenos Aires. En la charla que brindan las trabajadoras de la cooperativa explican, entre otras cosas, parte de la historia de este oficio.

De 1856 a 1900 en Pompeya y Barracas se ubicó la Quema, un lugar destinado a la incineración de los residuos a cielo abierto. A sus alrededores se concentraban personas que iban a buscar todo lo que les pudiera servir para el uso personal o la venta. Nace así un nuevo actor que más adelante sería llamado ciruja, cartonero, botellero o como se lo conoce en la actualidad, recuperador urbano.

De 1900 a 1977, CABA adoptó como forma de gestión de los residuos la quema con tres hornos especiales en Chacarita, Flores y Barracas. Pero con el tiempo esa forma fue suspendida por los altos niveles de contaminación que generaba. Y en 1977, durante la última dictadura militar, se creó la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE). Junto con ella, se dictaron dos ordenanzas que prohibían el trabajo de los recolectores.

“Por muchos años a partir de ese momento nuestro trabajo era un delito. Te requisaban la mercadería y el carro o te llevaban detenido, y los trenes en los que viajábamos (hasta Capital Federal) no tenían puertas ni ventanas, se descarrilaban. En ese momento eran mayoritariamente las mujeres las que salían a la calle a empujar un carro. Era muy normal ver una mujer embarazada o con los chicos empujando un carro”, relata Chamorro.

“El 2001 fue muy fuerte. Los hombres generalmente cuando no consiguen changas, se frustran y lo primero que hacen es irse. La que queda a cargo de los pibes generalmente es la mujer. La presión de estas mujeres fue eso, los pibes pidiendo de comer. Tener en cuenta ese contexto es fundamental para poder entender el porqué las mujeres salían con los chicos, algo tan mal mirado por algunas personas. Y a veces los pibes no pueden estar solos en la casa. ¿Cómo es la casa dónde los estás dejando? ¿Dónde corren más riesgo, con vos que los vas a estar mirando y sos la mamá o solos en su casa? Esas son las cuestiones que hay que tener en cuenta”, suma Verónica.

Susana Ramirez, otra de las promotoras, nos relata cómo era el día de trabajo: recorrer la zona, buscar entre medio de la basura todo lo que pudiera servir. “Siempre digo entre medio de la basura porque en ese tiempo no existía la concientización. Nos llevaba todo un día, no teníamos un horario asignado y llevaba cuadras y cuadras poder cargar nuestro bolsón. Llegábamos a nuestra casa y había que separar por categoría el material para poder venderlo. Así todos los días”, expresa.

En ese contexto comenzó a gestarse la cooperativa, que recibió su matrícula en 2009 y desde el 2010 tiene a cargo el servicio de Recolección Diferenciada en la Comuna 13 y parte de la 12 y 14. Gracias a sus luchas colectivas, lograron que se sancionen varias normativas que reconocen sus derechos como trabajadores, como la Ley 992/02, que incorpora a los recuperadores al servicio público de la higiene urbana y deroga las ordenanzas que criminalizaban su trabajo; y la Ley 1854/05 de Basura Cero.

En el 2007, el Gobierno porteño decidió suspender el servicio del “Tren cartonero”, lo que provocó una gran protesta. Su lucha por el derecho de trabajar logró muchas mejoras, como monotributo, obra social, seguro de accidente y la entrega de los camiones para trasladar los carros para las zonas asignadas. Poco después, lograron crear una guardería para los más chicos.

“Cuando se acuerda el plan con el gobierno, había unas reglas básicas a cumplir, una era no ir con chicos, no ir alcoholizados o drogados, entre otras. La formalización llevó mucho tiempo. Pero hoy en día estamos parados en otro lugar y eso se puede ver”, resalta Verónica.

Del 2010 al 2013 llegó uno de los hechos más importantes de su historia, el concurso público para su contratación. Cada cooperativa concursó por su zona de trabajo y en el 2013 se firmó el contrato con el Ejecutivo de la Ciudad. Al año siguiente, por iniciativa de distintas mujeres, surge el programa de Promotoras Ambientales, que fue reconocido e incorporado al pliego recién en 2021.

Crecer en conjunto

Melina Riquelme es la referente del equipo y es la única que quedó de la primera camada de promotoras que inició en 2014. “Yo empecé cuando surge el programa, fui una de las primeras que se subió al micro. Me emociono siempre que cuento esto porque el primer día salí sola, no sabía nada de lo que iba a hacer, con qué me iba a encontrar. Lo único que me explicaron es que tenía que hablar con los vecinos, tocar timbre y preguntarles si separaban la basura. Me dieron una hoja, un lápiz e iba tomando nota mientras dos personas del gobierno me seguían atrás”, nos cuenta con los ojos llenos de lágrimas.

Y añade: “Ahora el grupo creció y hoy salimos en parejas. En ese momento se trabajaba como se podía, no había muchas herramientas. Nos íbamos a nuestra casa y al otro día hacíamos lo mismo. Fue todo aprender día a día y fuimos creciendo juntas. Ahora hace más de un año soy la referente y trato de mostrarles a ellas lo que yo aprendí y todo lo que tenemos. Muchas de nosotras venimos de cartonear con nuestras mamás y algunas no terminamos la escuela. Hoy nos llevan a capacitaciones y a lugares para aprender, esto para mi ya es mucho”.

Susana también recuerda: “Yo cuando empecé no quería ni estudiar, no me gustaba y hoy puedo dar la charla. Yo veo ese avance. Es un proceso que lleva tiempo pero uno lo logra. Y no es lo mismo salir a tirar un carro que pararte en frente de tanta gente y dar una charla. Yo siempre cuento que mis padres tuvieron que cartonear, que no era el mismo trabajo que ellos hacían. Mi mamá trabajaba de empleada doméstica y de un día para otro, tuvo que salir a tirar un carro. Y hubo que dejar la vergüenza de lado y salir. Y con la mirada del otro uno siente vergüenza”.

Para Melina, hoy la gente es más consciente de la situación que atraviesan los recolectores. “Hay gente que en su momento señalaba con el dedo por romper las bolsas o porque ‘esta viene a dar lástima, que trae a sus hijos’. Pero cuando nosotras vamos a dar las charlas, la gente empieza a caer. El cartonero independiente sigue existiendo todavía y obviamente que te va a desparramar porque quiere comer. Nosotras cuando salíamos a cartonear comíamos pizza con yerba adentro. Hay que hacerle entender a la gente que hay personas que van a buscar su comida ahí o trabajan con eso”, sostiene.

Hoy, con micros propios, formación y más organización, consideran que el programa no tiene techo. Esperan poder seguir capacitándose y expandiéndose, para generar nuevos puestos de trabajo y concientizar a más vecinos. “Siempre vamos por todo, después para bajar hay tiempo. Las chicas tuvieron todo un proceso de aprendizaje y yo con ellas también. Yo quiero que su trabajo siempre sea mejor y que ellas puedan ir generando sus propios objetivos”, concluye Verónica.

*Esta nota fue producida en el marco del programa de financiamiento a periodistas Comunicar Diversidad de Wikimedia Argentina, año 2024.

Deja una respuesta