Y ahí estaba de repente, en medio de esta fiesta de la que por alguna razón no me había sentido parte hasta ese mismísimo momento en el que me encontré rodeada de miles de personas, que quizás también estaban ahí por primera vez, bailando y celebrando el orgullo. Y fue entonces, rodeada de esa energía increíble que transmite este encuentro y luego de atravesar un proceso de varios años para poder nombrarme y contarlo, que experimenté una de las mejores sensaciones de mi vida, sentirme libre de ser quien soy.
A la marcha de este año volví con este mismo amigo -al que agradezco tener en mi vida- pero esta vez fuimos con una sensación diferente, porque a pesar de celebrar también salimos a marchar con miedo, con la incertidumbre de lo que pudiera pasar a días de una de las elecciones más importantes de los últimos 40 años de democracia y a gritar junto a casi un millón de personas, “ni un ajuste más, ni un derecho menos”.
Para cuando estén leyendo esto quizás ya tengamos nuevo presidente, pero sea cual sea el resultado nos volveremos a encontrar en las calles; En la próxima marcha para celebrar o antes si es necesario, para defender los derechos ganados y seguir peleando por los que nos faltan.