Comunicar Diversidad

noviembre 5, 2024
Una salida colectiva a los problemas individuales

Vanina Mancuso, miembro y ex presidenta de la cooperativa Madygraf, cuenta cómo fue pasar de ser una empresa habitada casi en su totalidad por hombres a una cooperativa mixta con más de 100 asociados y una gran labor de su Comisión de Mujeres.

En Garín, Provincia de Buenos Aires, se ubica Madygraf, una empresa recuperada que hoy funciona como cooperativa. A 10 años de la declaración de la quiebra y el cese de actividad de R.R. Donnelley en Argentina, su funcionamiento es un ejemplo de que llevar adelante una compañía con una organización horizontal y con perspectiva de género es posible.

El 12 de agosto de 2014, los empleados de la gráfica RR Donnelley deciden entrar a tomar el predio. Un día antes, sus dueños habían decidido cerrar sus puertas. El Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria pero la patronal nunca apareció y cuando los trabajadores ingresaron a la planta, el área administrativa estaba vacía.

Los casi 400 operativos que permanecieron en la fábrica decidieron reactivar la producción. Para eso, tuvieron que salir a buscar ayuda y así poder ocupar los puestos que antes no controlaban. Así llegó Vanina Mancuso a la -en ese entonces- fábrica tomada. “Me llamaron mis compañeros para decirme si yo quería venir a dar una mano en la administración que es en lo que yo trabajé desde que terminé el secundario más o menos. Dije que sí al toque, porque estoy convencida de que otra sociedad es posible y que podíamos demostrar que las fábricas sin patrones pueden funcionar. Y ya pasaron 10 años”, le contó a Noticias de Ayer.

El recorrido no fue fácil. Luego de la quiebra y la toma llegó el proceso de conformarse como una cooperativa. Recibieron su matrícula el 3 de septiembre de 2014, luego de una gran movilización al Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES).

“Todo fue una pelea. En general yo creo que el camino de las cooperativas no es fácil. De las recuperadas ni hablar, porque siempre hay un juicio, una quiebra, muchos intereses de personas que quieren quedarse con el inmueble, con las máquinas, con tu producto, con todo. Y de las cooperativas porque es muy difícil emprender un proyecto casi sin recursos. Nosotros nos presentamos en INAES varias veces y nos dieron la matrícula casi un mes después, porque nos movilizamos absolutamente todos, hasta los hijos de todos los compañeros. Fue sí o sí con movilización, sino no nos la iba a dar. Recuperar y ponernos en pie como cooperativa de trabajo fue peleándola”, expresó Mancuso.

Y agregó: “Es un proceso transformador de alguna forma. Pasar de ir a trabajar, sin tiempo para vivir, dejando la vida, tu mente, tu cuerpo, a no tener patrón y hacerte cargo de un montón de cosas, que más bien uno mecanicamente va y las hace y no las piensa, es un cambio muy importante. Terminás haciendo cosas que no te hubieses imaginado y que implican un desarrollo personal y colectivo. De golpe empezás a pensar qué producir, si contamina o no, si es el mejor producto que podés hacer. Pensar todo eso es abrir la mente. Todo se pone en discusión y creo que eso es lo más enriquecedor”.

Para Vanina lo mejor de una cooperativa es el tiempo, “tener tiempo para pensar otras cosas, para desarrollarse de otra forma”, y la relación con los compañeros de trabajo: “Los problemas y los errores son de todos. Lejos de una idea romántica de lo que es el cooperativismo, hay problemas grandes, pero también tenés la certeza de que si te vienen a atacar salís con 100 más, pero no solo eso, cuando tenés un problema, cuando estás triste, cuando necesitás guita para un problema de salud de tu familia, desde todo punto de vista es muy solidario. Es una salida colectiva a los problemas individuales”.

Problematizar lo dado

Con la quiebra de Donnelley, la Editorial Atlántida -que mandaba a imprimir ahí todos sus números de las revistas Gente, Caras, Para tí, Paparazzi y Billiken, entre otras- quiso retirar su producto, pero los trabajadores insistieron en que iban a terminar su trabajo con la rapidez y calidad de siempre. Pero eso implicaba un volumen de producción enorme y no alcanzaban las manos para cubrir todos los puestos necesarios.

Se juntaron en una asamblea y decidieron incorporar a las familias, para repartir así esos nuevos ingresos y hacerle lugar a la Comisión de Mujeres que ya existía desde 2011. Durante los despidos masivos -una característica de los procesos de vaciamiento de las empresas previo a su cierre- ellas habían ido a diversos lugares, como Universidades, otras fábricas y el Encuentro Nacional de Mujeres, a difundir el conflicto.

“Juntábamos plata para que ningún compañero pase hambre y cuando nos sacaron la obra social fuimos al Garrahan y al Posadas a pedir medicamentos. La Comisión jugaba un rol muy importante en lo moral, en el sentido de acompañar a las familias y de bancar esta lucha. Además de esposas, había madres, hijas, hermanas y sobrinas”, relató Vanina, quien fue presidenta de Madygraf hasta diciembre del 2023, luego de dos mandatos de un año.

“Se vota en asamblea que entren las familias a encuadernación y la mayoría eran mujeres. Ahí hay otro cambio muy zarpado, porque había muchas compañeras que habían trabajado toda su vida en sus casas, criando a los pibes, en todo ese trabajo invisible y no remunerado. Nunca habían trabajado en una fábrica y mucho menos con sus esposos. Fue un quilombo hermoso y un cambio total para todos. Y acá también había, obvio, mucho prejuicio del típico que van a venir las mujeres, va a haber chismes, no se va a poder decir malas palabras… Y de hecho no, hay cosas que ya no pueden decir. Cambió mucho la forma”, agregó.

No solo se modificó el ambiente laboral, ahora estas mujeres tenían un oficio, ganaban un sueldo propio. Pero esta inclusión también trajo nuevas necesidades, como el cuidado de las infancias: “La juegoteca empezó en las casa de las compañeras. Cuando nos reuníamos como comisión siempre había una caja con juguetes, que iba de casa en casa, para poder tener un momento de discusión, de contención, de debate. Y cuando entramos acá, esa juegoteca tenía que estar”, explicó.

Y añadió: “Se eligió la oficina de recursos humanos, que era donde vos entrabas y fichabas, por lo que tiene un significado muy simbólico porque es una forma de revalorizar ese lugar que ya no era necesario. En un principio muchos docentes vinieron a colaborar desinteresadamente. Y existe hace ya 10 años. Hoy hay un plantel docente, una psicóloga y estamos viendo si se suma una psicopedagoga porque es super necesario, y las docentes van programando actividades semanales. Creo yo que es un ejemplo, tener este espacio, no para que seamos explotadas y oprimidas, sino para poder seguir organizadas, estudiar, tener tiempo libre”.

En Madygraf también se extendió el tiempo de licencia por embarazo, se reconocen las licencias cuando los hijos se enferman, tienen talleres de Educación Sexual Integral a niños y niñas y un lactario para que las madres puedan hacerse las extracciones necesarias, y la Comisión de Mujeres se junta todos los jueves, con el objetivo de acompañarse, organizarse, cuestionar lo dado y seguir problematizando las dinámicas patriarcales.

Presente y futuro

Durante la pandemia realizaron sanitizantes de alcohol. Luego lograron comprar una máquina de imprimir y confeccionar bolsas de papel, buscando producir sin contaminar. “Fue una apuesta en la que nos estamos tratando de meter como cualquier cosa nueva que uno hace en una economía decadente como la que estamos atravesando. No nos queda otra que remarla y pensar otras vías de diversificación”, comentó Mancuso.

Hoy son entre 110 y 120 asociados. Pablo Paz es el presidente y está acompañado por Eduardo Ayala, como secretario, y Anahí Almada como tesorera. Su gran pedido actualmente es que salga la Ley de Expropiación que les asegure que la planta es suya.

“Los puestos de trabajo no pueden depender de eso cuando está demostrado, durante 10 años, todo lo que hicimos. Llevamos más de 300 mil cuadernos donados a escuelas públicas. Tratamos todo el tiempo de demostrar lo que podría hacer Madygraf para la sociedad. Podríamos hacer manuales de bajo costo o materiales para repartir en las escuelas”, sostuvo.

A futuro sueña con que la cooperativa esté llena de trabajo y dirigida a la comunidad, “que sea una fábrica que no pare de producir y que no pare de abrir las puertas a la gente”, manifestó, y concluyó: “Si lo pudimos hacer en chiquito me imagino la juegoteca abierta a todos, un piso arriba para la adolescencia, que sea una escuela de arte, con un título legalizado por el Ministerio de Educación. Me imagino que siga habiendo talleres de oficios, de soldadura, de energía renovable, que esté todo el techo lleno de paneles solares, que haya mucho laburo, mucha fiesta, festivales, cultura, y que no sea solo un ejemplo, sino que verdaderamente eso se extienda. Acá se muestra en chiquito que si se puede planificar la producción de 100 laburantes se puede hacerlo para millones”.

*Esta nota fue producida en el marco del programa de financiamiento a periodistas Comunicar Diversidad de Wikimedia Argentina, año 2024.

Foto: ANRed

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