La visión del General Perón sobre la tecnología, la alienación y la distribución de recursos se enfrenta hoy con la necesidad urgente de planificación y solidaridad para resolver los grandes problemas económicos y sociales del país.
Decíamos la semana pasada en ocasión del cincuentenario de la muerte del General Perón que ese hombre gobernaba a la par de alertar a los Pueblos del Mundo sobre el uso de la tecnología, la alienación del progreso civilizatorio y el problema de la distribución de alimentos y energía en el siglo por venir.
No es producto de crear un Perón visionario estilo Parravicini o un político superdotado -no hay pruebas pero tampoco dudas-, sino de entender que la hay alternativa a lo que cantaba Juanse en “Sigue Girando”:
El mundo gira sin compasión
La sangre corre sin parar
No tengo miedo, quiero más
Y la alternativa es la planificación. Planificar es pensar de una vez mucho para después no tener que hacerlo tanto. Es prever y decidir con todas las variables sobre la mesa y analizando escenarios, como en el ajedrez o el TEG. Es entender lo que viene y prepararse para ello. No es el vamos viendo y todo da igual porque cambia, porque si es así, significa que no hay alternativas mejores o peores, solo cambio sin identidad. Todo transformación sin evolución. Y si eso es ser anti-modernos, bueno, entonces tal vez lo seamos, no tiene nada de malo asumirlo.
Es que son demasiado grandes los problemas que enfrenta la Argentina como para no planificar. Veamos uno, por ejemplo, se llama el dilema de los 400.000: todos expresados en millones de dólares. Es la cifra que expresa el PBI de la Argentina anclado allí hace décadas, los capitales no declarados en paraísos fiscales que cada un tiempo se buscan blanquear, y el tamaño de la deuda externa argentina. Bah, un poco menos pero no baja de los 300.000 millones. Un vuelto.
¿De dónde vendrán esos dólares para cumplir los pagos de deudas y desarrollar la economía sino de esos recursos? Claro que si no se los llevan, y contemplan aquella idea de Juan Domingo sobre “(…) no perder de vista que son agotables, y planear metas cuantitativas en relación a nuestras reservas y las necesidades de la actividad industrial”.
Por otro lado, está la solución colectiva a los problemas de cada quién. Ya no hay más recetas mágicas ni salvatajes individuales por esperar, sino que vale aquello de que el continentalismo es una salida a la etapa predatoria actual, ¿o pensamos que la defensa del Amazonas le corresponde a Brasil, la de Malvinas y la soberanía antártica a la Argentina y así? No parecería estar funcionando.
Pero el otro motor aparte de Latinoamérica es la solidaridad, aquello de la cooperación sobre la competencia. Perón se lo adjudicaba a los “trabajadores y sus organizaciones sindicales que viven al impulso de la solidaridad, dada por la naturaleza común de ser trabajadores y aspirar a vivir en comunidad”. Hace falta que esa solidaridad y esas organizaciones se traduzcan en mayor representatividad y una agenda que exprese las penurias cotidianas de las enormes mayorías con más fuerza y convicción. Caso contrario, se seguirán discutiendo Ley Bases, Ley Hojarasca o Pindonga y Cuchuflito, en el mejor de los casos. Aún podemos evitarlo.
El fundamento del vínculo es la solidaridad. Las organizaciones sindicales viven al impulso de esa solidaridad, que es la que da carácter permanente y la única fuerza indestructible que la aglutina. Ello, con el claro sentido de que, además de la solidaridad de la organización, está vigente la esencia de la solidaridad individual de los hombres que la integran, por la sola razón de ser trabajadores.
El país necesita que los trabajadores, como grupo social, definan cuál es la comunidad a la que aspiran, de la misma manera que los demás grupos políticos y sociales. Se requiere la presencia activa de los trabajadores en todos los niveles.
Ello exige actualización y capacitación intensas, y además, que la idea constituya el medio esencial que supere todos los instrumentos de lucha.
Mientras Perón marcaba el camino alertando sobre los problemas de la tecnología, los vicios de la civilización, el deterioro de la naturaleza, el crecimiento poblacional y el problema de distribución de alimentos y energía así como la importancia del esparcimiento de un hombre reducido a la explotación, había un gobierno en ejercicio.