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julio 22, 2021
El cielo claro de la vejez
Una señora, tras haber perdido a su marido, estuvo 14 años sin comprarse una blusa ni pisar la peluquería.
Lo que se celebra, en este contexto, no es únicamente que el Estado garantice una solución de vivienda a los más de 800 mil jubilados inquilinos que tiene nuestro país, sino el hecho político de proyectar las condiciones de una vida feliz, activa, comunitaria y digna de ser vivida.
El cielo claro de la vejez

Una señora, tras haber perdido a su marido, estuvo 14 años sin comprarse una blusa ni pisar la peluquería. Hasta que un día pasó algo que la arrancó de su desierto. Lo que pasó fue que la señora se apuntó en un Centro de Jubilados y empezó a participar de los encuentros que allí se proponían. Tan simple como eso. Y la vida volvió a encenderse para ella. El que cuenta la historia es su hijo, Jorge Ferraresi, hoy ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat. Lo escuchan atentamente el Presidente de la República y Luana Volnovich, la directora ejecutiva del PAMI. En rueda de prensa, están presentando el programa Casa Propia – Casa Activa, un ambicioso plan estatal que contempla la construcción de 100 comunidades, con 32 viviendas cada una, a lo largo y ancho del territorio nacional.

Lo que cuenta Ferraresi no es una historia aislada, sino que tiene que ver con una matriz social que tiende a desechar a las personas que han cruzado el umbral de cierta edad. Hay un paradigma que, como sociedad, ya tendríamos que haber sido capaz de transformar, pero que, sin embargo, extrañamente, nos sigue rigiendo. Es el paradigma que posiciona a la vejez como un único espacio posible: un espacio hostil, desguarnecido, sostenido a regañadientes, sombrío, lento, tardío, totalizador, y que implica para colmo un gasto familiar y social. Estamos describiendo a un geriátrico, desde luego, porque sigue siendo el geriátrico la institución que primero se nos viene a la cabeza, cuando pensamos en la vejez. Y eso reafirma la inoperancia y la falta de creatividad de una sociedad como la nuestra, a la hora de buscar alternativas para que la gente viva una vida más plena. Ricardo Iacub, psicólogo especializado en Gerontología y trabajador de PAMI, expresa que la lógica homogeneizadora de las residencias geriátricas consigue que las personas que ingresan siendo dueñas de diferentes grados de independencia, se mimeticen con el paisaje cansino de la institución y pierdan paulatinamente las facultades que les quedaban. Ningún ser humano que tenga la dignidad en pie puede desear transitar por una experiencia de estas características.

Al tomar la palabra, lo primero que dijo Alberto Fernández fue que las mujeres y los hombres deben estar resueltos a perseguir la felicidad hasta el último día de sus vidas, y que el Estado tiene la obligación ética de crear las herramientas para que esa búsqueda de la felicidad pueda transformarse en un derecho de todos los argentinos. Dio cuenta el presidente de un tiempo que ya cambió, porque hoy una persona de 65 años es portadora de juventud, y su vínculo con el mundo sigue siendo activo y muchas veces productivo. Lo que se celebra, en este contexto, no es únicamente que el Estado garantice una solución de vivienda a los más de 800 mil jubilados inquilinos que tiene nuestro país, sino el hecho político de proyectar las condiciones de una vida feliz, activa, comunitaria y digna de ser vivida. La vejez, como dijo Luana, tiene que empezar a ser vista como algo propio del campo de la felicidad, de la vitalidad, y ya no más como esa vela que está a punto de consumirse.

Expresó la directora del PAMI su deseo de que estas viviendas colaborativas sean el espacio en que los adultos mayores se atrevan a hacer lo que no pudieron antes, que allí forjen amistades y que tengan la posibilidad de volver a enamorarse. Es un modelo de futuro, en relación a cómo se está pensando la vejez: nuestro país está siendo punta de lanza, otra vez, como tantas veces lo fue en materia de Derechos Humanos. El Estado argentino ha dado el primer paso para garantizar a sus adultos mayores la oportunidad de seguir realizándose y de avanzar en la vida con un marco de dignidad, de libertad y de comunidad. La vejez, cuando está librada a la suerte de la ruleta mercantil, se vuelve insostenible, tanto para quienes la transitan con el cuerpo como para quienes están en la situación de acompañar ese proceso. No es culpa de nadie. Es que todos y todas estamos constreñidos en un sistema que derrama altos grados de perversión, obligándonos a hacernos cargo de más de lo que nos da el cuero, cada vez con menos tiempo y envueltos en condiciones de precariedad. La pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Alguien puede mantener la calma así?

El Estado, ese instrumento social siempre perfectible y siempre puesto bajo mil reflectores, es el único dique que tenemos, como sociedad, como pueblo, para que no nos lleve puestos el oleaje mezquino de las pocas familias que detentan poder en estos terruños. Son realmente pocas, y tienen muchos ases bajo la manga para torcer y manipular la voluntad popular. Del otro lado, hacemos lo mejor que podemos, porque las cosas no están dadas precisamente para que tengamos una existencia feliz. El Estado, siempre perfectible, a veces está en manos de personas que se proponen esparcir algunas semillas de justicia y libertad.

Mónica Roqué, secretaria de Derechos Humanos, Género y Políticas de Cuidado del PAMI, resalta el concepto de una vejez activa, que funcione como presente y horizonte: “Esta política pública es revolucionaria, porque saca a la persona mayor de la situación de objeto de tensión, y la coloca como sujeto de derechos. La imagen de los viejitos débiles que dejamos en las puertas del geriátrico, no existe más, y es desafío de la sociedad estar a la altura de los tiempos que corren”. Nadie se merece la prisión de la soledad, ni de la desolación. Nacimos siendo animales sociales y moriremos del mismo modo. Y si la pandemia nos empujó a los brazos de la indiferencia, es tarea de todos salir urgentemente de ahí, para retomar la búsqueda de la felicidad colectiva, que por cierto es la única felicidad posible.

2 respuestas

  1. Señora directora del pami, buenas tardes, aquí en sunchales, pcia de santa fe, el pami no le renovó en contrato a la clínica 10 de septiembre, somo 2500 jubilados que andamos viajando a otros lados para tener una atención, regular, la clínica donde nos mandaron no tiene capacidad para atendernos, espero que usted revea nuestro problema, la saludo atentamente.

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