Ya mismo, mientras leés estas líneas, arranca una nueva sección del portal: la llamaremos #OtraEconomía. Cada mes pensaremos acá la manera de cambiar, superar y construir una alternativa a la que tenemos. ¿Qué problema hay, con la economía que tenemos? Bueno, podríamos pensar por ejemplo que solo durante el fin de semana hubo más de 1,1 millones de casos de Covid-19 alrededor del mundo, mientras los grandes laboratorios y la poderosa industria farmacéutica siguen resistiéndose a “liberar” las patentes de las vacunas. Uno de ellos es Pfizer, que, en lo que va del año, ya ganó casi 5000 millones de dólares. Y eso, ¿es mucho o poco? En principio, 4 meses le bastaron para juntar más del 50% de lo que había embolsado durante 2020. “Lo dejo a tu criterio”, decía una preclara.
Pero, resulta que hoy, 17 de mayo, se celebra el Día Mundial del Reciclaje. Al parecer, el origen lo podríamos rastrear en Texas, Estados Unidos, allá por la década del noventa. Luego la UNESCO se ocuparía de mundializar el asunto, bajo el slogan de las 3R: “Reducir, reutilizar y reciclar”. Me entero de esta efeméride gracias a una gacetilla de la 1ra Fiesta Provincial del Reciclaje, que comienza hoy y se extenderá por toda la semana, con sede en el municipio de Laprida, Provincia de Buenos Aires. Y a esta fiesta llegamos, oh casualidad, a través de una de las tantas cooperativas de trabajo que aportan su granito de arena para esta “otra economía” que es posible: se llama Creando Conciencia.
Digamos esto: la flamante columna no será privativa de la economía social, ni del cooperativismo, ni de la autogestión. Habrá mucho de eso, sí, pero no está en nuestro espíritu circunscribir los debates a las paredes de un solo sector. Tampoco discutiremos todo el tiempo al Estado, aunque hablaremos bastante del Leviatán[1]. Y también habrá un poco del buen sector privado, de las empresas de capital, para que nadie huya despavorido de aquí, acusándonos de cubanos y pro-soviéticos.
Pero hoy toca hablar de reciclaje, y a esta altura del XXI ya podemos referirnos a esta actividad como un rubro o un subsector de la economía, claro que sí. Economía circular, residuos, rellenos sanitarios, sólidos, húmedos, secos, plásticos, cartón, biodegradable. Esta economía existe, y genera trabajo -en breve te contamos cuánto- y producción, invisible y muy repelente a los ojos de quienes se hincan en la misa del Dios consumo. “Generamos trabajo con algo que la gente no quiere ver, que es la basura. Porque, cuando sacás la bolsita, no desaparece del mundo. Sigue acá, solo en otra parte”, dice Ramiro Martínez, fundador de Creando Conciencia y presidente de Conarcoop (Confederación Argentina de Trabajadores Cooperativos Asociados). Y el desprecio no solo alcanza al objeto de trabajo -la basura- sino que se traslada a sus trabajadores: esto describe Mónica Crespo, compañera de la Cooperativa Cartoneros Unidos de Rosario, cuando explica los problemas que tienen con las asociaciones protectoras de animales, por los caballos y los carros. “No me imagino un país manejado por animales, aunque con el tiempo nos estamos convirtiendo en eso”.
Cartoneros Unidos es parte de la FACCYR, entidad que agrupa a más de 15 mil cartoneros, carreros y recicladores en más de 100 unidades económicas, a lo largo y ancho del país. Y ya que con estos escritos intentaremos discutir un poco de Economía -la política, la real, no la microeconomía del establishment-, vayamos a los números: desde esta organización afirman que el sector agrupa a más de 200 mil trabajadores y trabajadoras a nivel país, en sus diferentes tareas. Es más gente que toda la masa de afiliados de la Unión Obrera Metalúrgica en la Argentina. Por su parte, Conarcoop habla de cerca de 400 cooperativas, dedicadas exclusivamente al reciclaje. Jornadas laborales que oscilan entre las 6 y las 12 horas, un promedio de procesamiento de 150 toneladas diarias por operario, en las plantas de tratamiento, y un básico de $25.000, aunque muchos afirman que es menor. Separando y vendiendo papel blanco, que se paga $20 el kilo, o cartón, por ejemplo, que se compra a $11.
Pero hay más cifras y van a empezar a darte un poco de escozor: anualmente se producen cerca de 16,5 millones de toneladas de basura en Argentina, algo que creativamente la gente de Anccom llamó «un aconcagua de basura». Solo el CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado), centraliza entre 16 mil y 17 mil toneladas diarias. ¿De qué? Bueno, acá podemos recurrir a un estudio de la FAO (Foro para la Alimentación y la Agricultura), dependiente de la ONU, para subrayar que el 40% de los desechos producidos en la Ciudad de Buenos Aires, corresponde a nuestra comida. Esto es, entre 200 y 250 toneladas diarias de alimentos.
A partir de la revitalización del debate ecológico y ambiental, el asunto ha ganado centralidad, y la gestión pública, desde luego, viene corriendo de atrás: la mayoría de los municipios no cuentan aún con sistemas de separación de residuos sólidos urbanos; 90 de 135 municipios, en la elefantiásica Provincia de Buenos Aires, carecen de Destinos Sustentables para grandes generadores como son los shoppings, hipermercados, etc. En esos sitios, si algo se desecha es el plástico, que tarda entre 6 y 7 vidas humanas promedio en degradarse -y, cuando la hace, es recontra contaminante-.
Claro que hay avances, y hay que apoyarlos y usarlos como catapulta para ir por más: recientemente se sancionó una Ley de Educación Ambiental en el Congreso, y tienen estado parlamentario una Ley de Envases y una Ley de Etiquetado Frontal, ambas con notoria resistencia de las firmas multinacionales. El año pasado, por otra parte, el presidente Fernández y el ministro Cabandié lanzaron un Plan de Políticas Ambientales, que, entre otras cosas, buscará erradicar los basurales a cielo abierto -que los hay y muchos en la Argentina-. Se estima que hacerlo demandará en torno a los 250 millones de dólares: una inversión considerable.
Vamos redondeando, como diría un productor televisivo detrás de cámaras, pero dejemos la puerta abierta para seguir pensando en esta #OtraEconomía que debemos construir: ¿Por qué será, que las grandes empresas se resisten tanto a la Ley de Envase? Simple. Porque deberán absorber los costos de modificar el packaging y de transformar positivamente la logística en relación al tratamiento de residuos. Más gasto. Menos rentabilidad. ¿Si los niveles actuales de contaminación no producen más muertes y enfermedades? Dato menor.
La presidenta de Creando Conciencia, Noelia Segovia, pone la otra mejilla. Miren: ella cuenta que, en la empresa, tienen áreas de promoción ambiental, capacitación, recolección y tratamiento de residuos. Y menciona un caso puntual, el de las botellas de vidrio, que amerita una separación por color. ¿Por qué? Porque está el vidrio transparente -vino, champagne, sidra, etc- y está el cristal. Este último, va a parar a una fábrica recuperada, Cristal Avellaneda, y ahí es reutilizado para platos, vasos, vajilla en general, y también frascos. Frascos que, a su turno, acaban en una cooperativa apícola de Entre Ríos, que fabrica y exporta miel.
No, no es esto la economía circular, pero un poco se le comienza a parecer, ¿no? La seguimos.
[1] Término acuñado por el contractualista inglés John Hobbes para metaforizar sobre el Estado del Siglo XVII y su poder descomunal, comparándolo con el monstruo bíblico.
Nota: “Otra Economía” es el slogan de FEDECABA, la federación que integra Rompecabezas, nuestra cooperativa, la de quienes hacemos este portal.